El poder del junco, la tinta y el pergamino

 


Erase una vez en un tiempo, en un lugar privilegiado donde existía un oficio divino. Exclusivo de una familia de Reyes-Sacerdotes, los cual eran elegidos por El creador del universo para trazar el destino de su mundo. Siendo ellos; los escritores responsables de redactar el pergamino Real, siendo uno de estos representado mediante  el pilar Dyed  por ejemplo.

Si bien esta familia se disolvió en los vaivenes del tiempo, el peso de la sangre se percibe en sus descendientes, conscientes o no de su origen Divino. Por ello se ideó un método de recuperación de las ruinas, por lo que se redactó Un Pergamino divino que incluiría a los viejos saberes dándole un trazo más limpio y creativo. Un texto donde el ojo del profano lee una novela mientras que el miembro de la casa lo comprende y escribe nuevamente de manera correcta, de derecha a izquierda.

Por eso gracias a este instrumento, los Escribas Reales pueden seguir redactando el destino pasado que les devuelve a la vida, una aparente contradicción que sencillamente sirve para borrar una gran falta que nos llevó a la separación de las lenguas. Los cuales son unificadas mediante el primera idioma humano, uno que ni siquiera no es humano propiamente dicho.

Ya que todo esto ocurre correctamente mientras la voluntad sea una y exista la necesidad  femenina que demanda la aparición del Nombre Apropiado para el momento; siendo todos nosotros partes de las letras del ADN divino. 

Así es que como antes se contaba antiguamente en la tierra del Nilo; un mito, uno que explicaba cómo un tal Phat comenzó a trazar el Destino de los Hombres. Se hace mediante el poder del junco, la tinta y el pergamino. Por ello cada vez que comenzaba un nuevo pergamino esté siempre alzaba el junco hacia el cielo, como una varita mágica que se nutre del poder del universo para comenzar a redactar sobre el pergamino; el más blanco, limpio y puro. Más el poder real residía en su intención y en el deseo que ardían en su corazón, con lo que naturalmente le llevó a ser el primer Escriba Real, un Orador que sabe redactar y hablar correctamente, por lo que así nació el primer Faraón, El Rey-Sacerdote de la historia.

Así pues comprendiendo el mito introductorio del pasado, observamos que los dos componentes que fundan la dinastía, son el pergamino y el junco, el rigor y la bondad. Siendo la tinta el elemento unificador de estos, ya que penetra al pergamino generosamente pero que requiere de una necesaria voluntad férrea para crear nuevos nombres acordes a la voluntad real

Si bien la tinta suele ser de dos colores principalmente estos nos dicen mucho sobre nosotros, sea negra y azul. Siendo la primera la dominante por mucho tiempo para luego popularizarse la azul y finalmente los colorines varios, como un preludio de la era de la no-escritura. Una era donde el analfabeto espiritual nos llevará al silencio inicial, ese sueño egipcio, donde no hay nada que decir, opinar y juzgar ya que todo es bondad. Una era de plenitud del Ser, donde se vuelve a trazar el mundo físico y no se juega con fuego.

Pero para llegar a este punto, fue necesario extraer toda la tinta del mundo, la tinta mágica que se perdió en la caída, la cual es capaz de trazar el pergamino primogénito y de nuevamente replicar los caracteres que construyen la vida en el paraíso. Algo extraño o sorprendente pero de eso va la Biblia, ese pergamino primogénito que llama a los Escritores Reales para que aprendar a escribir y por lo tanto vuelvan a la escuela de la vida, donde se estudia la importancia del carácter, del pergamino y la sagrada tinta.

Concluyendo que la mayor virtud del Ser es ser capaz de unificar y replicar correctamente el trazo enseñado, porque el bien tiene una forma y el mal tiene muchas, más escribir bien si tiene un precio, vivir en el paraíso.